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seres del inframundo.

miércoles, 19 de enero de 2011

No Es Un Simple Bosque

analizando el recorrido de mi vida..

Bueno se supone que con este texto se puede apreciar cómo soy yo en realidad (bueno cómo era cuando lo escribí), y como me he ido sintiendo a lo largo de mi vida. El análisis no lo tengo en mis manos pero si la historia. Espero que os guste.

Estoy en un bosque desconocido y visualizo el lugar intentando buscar una salida, voy de un lado para otro intentando acordarme de por donde he venido. No ncuentro a nadie a quien pueda preguntar cómo salir de allí ni como he llegado. Me siento en una piedra a pensar y a fijarme en lo que tengo a mi alrededor; muchos árboles verdes y grandes...no hay ni siquera animales. Me levanto y sigo caminando intentando buscar la salida, pensando en que es inútil.
Por el camino me encuentro con una roca sobre la que hay una copa de cristal, alta y llena de agua. Extrañada me subo a la roca para observar la copa y cojo agua y bebo aunque no ha sido fácil cojer el agua ya que la copa es más alta que yo, no mucho más, pero consigo subir. Ya arriba, la copa se rompe y caigo encima de la roca. Ya no hay agua. Hay cristales por todos lados pero no me corto. Me levanto y observo los trocitos esparcidos, cojo uno para llevármelo.
Sigo por el camino y extrañada me encuentro con un muro. Es un muro de cemento pero lo puedo dejar atrás ya que no es muy grande y puedo pasar por cualquiera de los lados. Desde el otro lado lo observo, no tiene nada de especial, es de cemento sin ningún dibujo, simplemente cemento.
Más adelnte, por fin encuentro una cabaña, en la que viven un anciano y una anciana. Miro por la ventana y la anciana está tejiendo algo con lana sentada en una mecedora junto a una chimenea encendida. El anciano está acariciando a su perro sentado en el butacón también cerca de la chimenea. Estoy indecisa, no se que hacer, tengo frío. Me siento frente a la cabaña y de pronto la anciana sale y me da un jersey, el mismo que estaba tejiendo hacía un momento. Ya no tengo frío.
El anciano me invita a entrar y me ofrece su teléfono para llamar. Mientras estoy llamando me doy la vuelta y la anciana sigue tejiendo, y el anciano acariciando al perro. Por fin contestan, es mi madre. Yo mientras aprieto el trocito de cristal de la copa, le pido que me venga a buscar. Después mientras vuelvo a casa, obsevo el camino para poder volver a ese bosque.
Allí me sentía tranquila.

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